lunes, 8 de junio de 2009

Crítica de TOMACINE.COM


Una historia que transcurre en un sólo día y que habla de la vuelta a casa, del reencuentro de una familia.
Ha habido grandes directores que han hecho del cine oriental un referente a nivel mundial. Han sabido plasmar esa milenaria cultura y sentimientos en fotogramas cargados de emotividad, así como de una poética violencia cuando se ha precisado. Se encuentran muchas diferencias si se compara con el cine americano o europeo y se nota que se trabaja de otra manera: pausados, estrictos, dedicados exclusivamente a su obra.

Cogiendo ese legado encontramos en Still walking al director Kore-eda Hirokazu, nacido en Tokio en el año 1962. Su filmografía nos habla de la pérdida en cualquiera de los estados en los que se nos puede aparecer: la de un ser querido, la de la dignidad, la de los ideales. La pérdida de su padre y su madre en los últimos seis años ha influido enormemente en la cinta, otorgando a cada personaje un pedacito de sus recuerdos escribiendo unos diálogos que salen de un corazón que nos abre por completo.

Es el artífice también de Nadie sabe, un film basado en hechos reales que sacudió a la opinión pública debido a su crudeza. En ella 4 niños, hermanos pero de diferentes padres, son abandonados a su suerte por su madre en un pequeño piso de Tokio. Una nota es su último contacto con el que el hermano mayor deberá hacerse cargo de todos ellos. Una despedida cobarde, alejada de todo afecto en el que las preguntas golpean con fuerza.

¿El por qué? nadie sabe.

Tras el visionado de Still walking (o cualquiera de sus obras) vemos una magistral descripción de los personajes en perfecta armonía con un entorno observado desde un profundo y sentido respeto. Kore-eda creció como director haciendo documentales que ha sabido evolucionar en sinceras reflexiones manteniendo vivos sus orígenes.
Los actores realizan una gran actuación, sin sobresalir ninguno de ellos debido al equilibrio que se ha querido buscar en la evolución de sus personajes. Las expresiones en sus gestos son contenidas, buscando la complicidad entre los protagonistas y el espectador.


En el transcurso de las 24 horas que dura la reunión familiar la marea va y viene erosionando la superficie a su paso con pequeñas olas. La aparente falta de acción deja paso a las mimadas conversaciones, las cuales adquieren gran protagonismo y esconden los entresijos de una familia separada por la distancia y por la pérdida de un ser querido.

Nuestra existencia es guiada en la oscuridad por esa luciérnaga que alumbra el sendero de nuestra vida a través de un laberinto lleno de obstáculos en busca de respuestas. Still walking es un receso a esa búsqueda en el que para conocer las respuestas primero hay que plantearse las preguntas.


Un fondeadero para la conciencia del espectador del que zarpará tras unos días, una vez enfoque la historia de la película en dirección a sus propios sentimientos hacia su familia. Agudizándolos más si cabe por la pérdida de ese ser querido que todos hemos sufrido alguna vez, la misma que ha sido trasladada a través del susurro del viento.







Xabier Villanueva TOMACINE.COM